Mis uñas arañan el cielo
  lo hacen tierra y barro.
Es tan difícil arrancar la piel que se pudre
 tan difícil acariciar la muerte
        amontonada en la sombra de lo que calla.
Despedirnos hasta la próxima luz.
Rescataré las últimas flores del otoño
   que se ahogan esqueleto de jardines y ojos felices.
El mundo esta de rodillas 
   y yo sentada en el borde de la última célula de su pie izquierdo
          en precipicio al charco de tanta lluvia.
El tiempo arrincona
y no llegamos
  no llegamos.
Me araña la caída del cielo
    camina callado
     como un lago que sirve sus aguas en el iris
          y se estanca
Diluvio que amanece de noche entre las olas
      palabras
intento mordido en la tentación
         alimentarnos de pecado.
Días que estrangulan somníferos
          pintan en la ansiedad hormigas
   que trabajan bajo la lengua
         en las yemas de los dedos
entre camisas desiertas al borde de la cama.
Lamer el instante donde se promete que seremos tal vez
         el borde de este olvido
como se desliza la saliva donde no se corre
      y se corroe la encía
como se desgrana el vestido que no reconoce
        el lugar de la caricia y se inunda
 la noche                  sola
 y se derrite
          el cansancio
 en dos silencios
           que sepultan las goteras del adiós
y del dios que se asoma
            a tu rostro dormido                     no te despiertes
(quedate conmigo)
viernes, 7 de diciembre de 2007
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